
"A través de la Roca"
- Alex Bull
En Resumen:
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No te conformes con una vida sin presencia.
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La adoración vale más que los sacrificios.
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Identifica tu Gabaón: lo que aparenta conexión, pero no lo es.
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Jesús es la Roca, la tienda y el altar verdadero.
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La gloria no se encierra, se sigue.
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En Cristo, no somos espectadores; somos participantes de Su gloria.
Tal vez tú también te has sentido así. Haciendo lo correcto, pero sin fuego. Cuidando de ti, evitando el cansancio o el burnout, pero en el fondo apagado espiritualmente. Queremos cuidar nuestro cuerpo y nuestra mente, y eso está bien, pero puede convertirse en una excusa para evitar lo más importante: buscar a Dios con todo el corazón.
La Biblia nos muestra algo poderoso. En tiempos del rey David, el pueblo de Israel llevaba más de 20 años sin la presencia de Dios entre ellos. Aun así, los sacrificios no se detuvieron. El sistema siguió, pero sin gloria. Entonces, David hizo algo valiente: llevó el arca de regreso, pero no a Gabaón (donde seguían los sacrificios rituales), sino a Jerusalén, donde levantó una tienda dedicada exclusivamente a la adoración.
David entendió que no podemos vivir solo de estructuras. Que no basta con “hacer las cosas bien”. Hay que volver a buscar la presencia. Mientras en Gabaón se mantenía el rito, en Jerusalén se ministraba el rostro de Dios.
¿Y tú? ¿Cuál es tu Gabaón?
¿Qué costumbres o actitudes estás manteniendo que aparentan vida espiritual, pero no te están llevando a la presencia?
¿Estás leyendo la Biblia solo por cumplir? ¿Sirviendo sin buscar? ¿Evitas comprometerte “para no cansarte”?
Tal vez, como Pedro en la transfiguración (Marcos 9), has querido “construir tiendas” para conservar experiencias espirituales. Pero Dios no quiere tiendas, quiere corazones. La voz del cielo no dijo “escúchenlos a todos”, sino: “Este es mi Hijo… escúchenlo a Él.”
Jesús no es solo una experiencia, es la Roca. Moisés, para ver la gloria de Dios, tuvo que esconderse en una roca. Tú y yo, gracias a Jesús, vemos la gloria a través de la Roca. No somos solo espectadores, somos participantes.
La gloria ya no está reservada para un monte o un altar. Está en Jesús. No se trata de construir espacios para contener a Dios, sino de seguirlo a Él con todo el corazón. La gloria no se construye, se sigue.
Y el primer paso para verla… es morir a nosotros mismos. Cuando morimos, comenzamos a vivir para Jesús. A tener comunión con Él. A vivir la adoración que David soñó: una vida centrada en la presencia, no en el sacrificio.
Así que la próxima vez que sientas que estás “bien” solo porque estás sirviendo o asistiendo, detente. Pregúntate si lo estás haciendo por costumbre o por una búsqueda real. Porque la mejor manera de vivir esto, no es conformarnos con los sistemas… es buscar el rostro de Dios.
Imagina una generación que ya no teme quemarse, porque ha sido encendida por el fuego del Espíritu.
Imagina una comunidad que ya no vive de momentos, sino de comunión constante.
Imagina que UNO fuera una generación que no construye tiendas para atrapar la gloria… sino que camina todos los días con Aquel que es la gloria misma: Jesús, la Roca.
